jueves, 20 de junio de 2013

LA IDENTIDAD COMO PROCESO DE CONSTRUCCIÓN SOCIAL

Siguiendo a Martuccelli (2009) sostenemos que es falsa la premisa según la cual las identidades son excluyentes entre sí, como si fueran un casco sólido y homogéneo. Ninguna es “pura” o, si se quiere, esencial; todas son el producto de una construcción histórica en la cual diversos elementos son combinados, desafiando las “fronteras culturales”. En este sentido,  apoyamos la postura de Cuche (2007), al sostener que las identidades culturales no son preexistentes a los individuos. Es por este motivo que descartamos aquellas teorías que tienen una concepción objetivista  de la identidad al tratar de describirla a partir de cierto número de criterios determinantes considerados “objetivos” (herencia, cultura, lengua, etc.) Esto llevaría a ver la identidad como un fenómeno estático, fijo, que remite a una colectividad definida de manera casi inmutable. Creemos, en oposición, que “la identidad es una construcción que se elabora en una relación que opone un grupo a los otros con los cuales entra en contacto.” (Cuche, D; 2007:109) Según Frederick Barth (1969) para definir la identidad de un grupo, lo que importa no es hacer el inventario del conjunto de rasgos culturales distintivos, sino encontrar aquellos que son utilizados por los miembros del grupo para afirmar su distinción cultural. Una identidad diferenciada sólo puede ser resultado de las interacciones entre los grupos. La identidad es siempre una relación con el otro, es decir que, identidad y alteridad tienen una parte en común y están en una relación dialéctica. Por otra parte, es necesario tener en cuenta que la identidad es siempre un compromiso, una negociación, entre: una “autoidentidad” definida por sí misma y una “heteroidentidad” o “exoidentidad” definida por los otros. De acuerdo con la situación relacional o, si se prefiere, la relación de fuerza entre  los grupos de contacto, la autoidentidad tendrá más o menos legitimidad que la heteroidentidad. Esta última, en una situación de dominación, se traduce en la estigmatización de los grupos minoritarios. Vemos cómo la identidad se pone en juego en las luchas sociales y cómo, obviamente, todos los grupos no tienen el mismo poder o autoridad para nombrar y nombrarse. En este sentido, el conjunto de las definiciones identitarias funciona como un sistema de clasificación que fija las posiciones respectivas de cada grupo. (2007:111,112)
No obstante, todo esto no debe hacernos creer que la identidad es monolítica o unidimensional. Lo característico de ella es su carácter fluctuante, flexible y dinámico, que se presta a diversas manipulaciones, reformulaciones e interpretaciones. Cada individuo integra, de manera sintética, la pluralidad de las referencias identificatorias que se vinculan con su historia. “Cada individuo es consciente de tener una identidad de geometría variable, según las dimensiones del grupo en el que encuentra referencia en tal o cual situación relacional.” (2007:117) Si bien la identidad es multidimensional, esto no significa la pérdida de su unidad. Para subrayar esta dimensión cambiante, algunos autores hablan de “estrategias identitarias” en donde la identidad no es absoluta sino relativa. El individuo entonces, en función de su apreciación de la situación, utiliza de manera estratégica sus recursos identitarios. Así, plantea Cuche, la identidad se construye, se deconstruye y se reconstruye según las situaciones.

 


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